Historia de la Filosofía 2 BACHILLERATO

La modernidad: el problema del conocimiento 2.2. PRINCIPALES FIGURAS DEL EMPIRISMO 2.2.1. Margaret Cavendish, una pensadora epistemológicamente inclasificable Una visión organicista de la naturaleza En esta dicotomía epistemológica entre el racionalismo y el empirismo, situar el pensamiento de Margaret Cavendish (1623-1673), duquesa de Newcastle, no es sencillo, ya que su teoría del conocimiento no encaja de manera perfecta en ninguna de esas dos corrientes. A pesar de que ella también establece la distinción entre sensibilidad y razón a la hora de hablar del conocimiento, lo que hace es tomar algunos elementos de ambas posturas y rechazar otros. Por ejemplo, niega la utilidad de algunos nuevos instrumentos de la ciencia experimental, como los microscopios, como métodos adecuados para obtener un conocimiento seguro, rechaza el atomismo de la época y reniega, del mismo modo, de las teorías mecanicistas que trataban de explicar la naturaleza en términos de movimientos constantes provocados por una concatenación de causas y efectos. Es de destacar, de hecho, su fuerte rechazo al mecanicismo cartesiano, algo que compartía con otra de las grandes pensadoras anglosajonas de la época, Anna Finch (1631-1679), con quien, a pesar de sus enfrentamientos teóricos, compartía una visión no dualista del ser humano. Tal y como dijimos unas páginas atrás, Descartes vinculaba el mecanicismo con la res extensa, con la materia, que había sido creada por Dios, en quien había que situar el origen del movimiento de la naturaleza. Se trataba, además, de una naturaleza que actuaba mecánicamente, con un cierto determinismo del que nosotros, en tanto que sujetos pensantes, solo podíamos “liberarnos” gracias a nuestra parte racional, el alma. Para Margaret Cavendish, en cambio, no podemos hablar de la naturaleza en estos términos. La naturaleza es todo aquello que existe, todo lo que hay. En otras palabras: la naturaleza es una, un único cuerpo material, y todo lo que hay es naturaleza y solo hay naturaleza, con unos límites definidos que son, en cualquier caso, imposibles de superar. Cavendish señala, como veremos más adelante, que la materia no solo está viva, sino que además tiene tanto razón como sensibilidad, y por eso no tiene sentido hablar de dos sustancias separadas, una material y otra espiritual. Podríamos decir, por tanto, que Cavendish se aleja del dualismo neoplatónico y se acerca más a un monismo similar al defendido por Spinoza, aunque con un ligero matiz diferencial: Cavendish reduce el papel de Dios al de un artesano creador, pero que ni ejerce la función de primer motor ni cuya figura puede ser asimilada a la de la propia naturaleza, rechazando, de este modo, cualquier tipo de panteísmo. A pesar de su crítica al mecanicismo, Cavendish afirmará que la naturaleza, y con ella también todas las partes en las que puede dividirse, está en un proceso de movimiento continuo. Se trata, sin embargo, de un movimiento propio o interno que no persigue ningún tipo de fin ni funciona de manera similar a como lo hace un reloj de cuerda. A pesar de ello, los movimientos de la naturaleza parecen ser uniformes o regulares, es decir, tenemos la impresión de que la naturaleza sabe cómo ordenarse por sí misma. Esto es algo que solo se podrá explicar a través del hecho de que, para Cavendish, la propia naturaleza tiene un conocimiento de sí o autoconocimiento, como veremos más adelante. Junto al rechazo al mecanicismo, Cavendish también reniega de las teorías atomistas de la época, ya que ella entiende que la naturaleza es infinitamente divisible. A pesar de que la naturaleza sea una y única, está compuesta por infinitas partes que formarán parte de un cuerpo mayor. Que la naturaleza sea infinitamente divisible implica que la división de cada una de las partes que la componen no puede, en ningún momento, detenerse en un último elemento no divisible, como sería un átomo. Todo lo que hay en la naturaleza es material, y la materia siempre es divisible. Por tanto, no podemos aceptar la existencia de un concepto como el de átomo según lo entendía la teoría del atomismo clásico, es decir, como aquella partícula que conforma la parte más pequeña de cualquier elemento y que es indivisible. A su vez, que toda la naturaleza sea material, unida al hecho de que todo es naturaleza, implica, como consecuencia, el rechazo al concepto de vacío, así como el rechazo a cualquier tipo de elemento incorpóreo o que pretenda situarse más allá de la materia. Esto último, por tanto, convierte a lo divino en ininteligible, a pesar de que la propia Cavendish parece aceptar a Dios como sustancia inmaterial, situada fuera de la naturaleza. Margaret Cavendish, duquesa de Newcastle. 192 9 Diálogo

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