Historia de la Filosofía 2 BACHILLERATO

La modernidad: el problema del conocimiento Las ideas innatas y el papel de Dios como garante de verdad Una vez establecida la primera verdad, Descartes intenta que su teoría no caiga en el solipsismo. Una teoría es solipsista cuando no permite demostrar nada más allá de la propia existencia del sujeto como sujeto que piensa; por tanto, se podría decir que una teoría que cae en el solipsismo carece de utilidad. ¿Cómo logra salvar Descartes esta distancia? ¿Cómo es posible pasar del sujeto pensante a la realidad exterior? La respuesta se encuentra en las ideas innatas. A la hora de definir la noción de idea, Descartes se distancia del concepto platónico y señala que las ideas, que son una representación mental de las cosas, son también el objeto sobre el que recae toda la fuerza del pensamiento. Aunque podamos afirmar la existencia de una idea en nuestra mente, aún no podemos tener la certeza de que a dicha idea le corresponda una realidad extramental, pues la existencia de esta todavía no ha sido demostrada. En este punto, Descartes se dará cuenta de que, entre esas ideas que poseemos, existen algunas que parecen haber nacido conmigo. Todos los seres humanos tenemos, desde el nacimiento, una serie de nociones o ideas que no parecen provenir de la experiencia, es decir, que no han sido adquiridas ni aprendidas, sino que están ya dentro de nosotros mismos. Es decir, que son innatas. Para poder llevar su teoría hacia el exterior de la mente y no quedarse tan solo en la demostración del cogito, Descartes decide ver si es posible demostrar la existencia, en una realidad exterior a mí, de una de esas ideas innatas que mi mente posee de forma natural. Entre ellas se encuentra la idea de Dios, al que concebimos como un ser absolutamente perfecto. Si se lograse demostrar que la idea de Dios, que nosotros poseemos de forma innata en nuestra mente, tiene una correspondencia en el exterior, entonces podríamos dar el salto desde el yo hasta el mundo, desde mi propia mente hasta la realidad extramental. Así evitaremos caer en un solipsismo inútil. Pero ¿cómo podemos dar ese paso? Descartes afirma que lo primero que hay que hacer es demostrar la existencia de Dios; si lo consigo, podré probar que la idea de Dios, que yo poseo de forma innata, se corresponde con algo que se encuentra fuera de mí. Y si logro demostrar que hay algo fuera de mí, podré, con ello, afirmar la existencia de una realidad extramental. Para demostrar la existencia de Dios, Descartes formula tres argumentos distintos. Los dos primeros se fundamentan en la teoría de la realidad objetiva de las ideas, según la cual todas las ideas que poseemos deben haber sido causadas en nosotros por algo cuya realidad sea proporcional a la propia idea. En otras palabras: la idea, que es el efecto, no puede nunca ser mayor o más real que aquello que la ha causado. La creación de Adán, de Miguel Ángel, Capilla Sixtina. Según Descartes, las ideas que poseemos los seres humanos se dividen en tres tipos: • Ideas adventicias. Son aquellas cuya procedencia parece ser el mundo exterior, y que están generadas por los sentidos. Al no haber demostrado todavía la existencia del algo externo a nuestra propia mente, deben ser puestas en duda. • Ideas facticias. Son aquellas que la mente crea a través de la imaginación y la memoria mediante la combinación de diferentes ideas. • Ideas innatas. Son aquellas que posee la mente por sí misma desde el momento del nacimiento. Son, por tanto, independientes de la experiencia. La teoría de la realidad objetiva de las ideas supone la aplicación del principio de adecuación causal al ámbito de las ideas. Según este principio, como las cosas no pueden provenir de la nada, todo lo que hay tiene que tener una causa que lo haya provocado; esta causa, además, debe ser al menos tan real como el objeto causado, pues este es el efecto de aquella, y el efecto nunca puede ser más real o mayor que la causa. En otras palabras, podríamos decir que, si el efecto tiene una cierta propiedad X, entonces su causa debe poseer, necesariamente, al menos tanta cantidad de dicha propiedad X como posea el efecto, pues este se deriva o proviene de aquella. 181 9 Diálogo

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