Historia de la Filosofía 2 BACHILLERATO

La antropología en la filosofía clásica 2.3. UNA NUEVA VISIÓN DEL YO: EL ALMA RACIONAL Conocerse a sí mismo significa también para Sócrates darnos cuenta de lo que somos. Es decir, darnos cuenta de que, aparte del cuerpo –de sus deseos, necesidades y apetitos–, en nosotros hay una psique (o alma) dotada de razón, que es nuestro verdadero yo. Esta parte nuestra es capaz de conocer el bien y aspira a perfeccionarse intelectual y moralmente; el cuerpo es solo su instrumento. Según Sócrates, no somos realmente nosotros mismos cuando el alma pierde el control y se deja arrastrar por el cuerpo, por sus deseos y pasiones. La idea de Sócrates de que el yo del individuo no es el cuerpo, sino su alma, debió parecer «revolucionaria» y sumamente chocante a los contemporáneos de Sócrates, pues para la religión homérica el yo del individuo era el cuerpo mortal, no el alma. Según la religión homérica –la mayoritaria en la Antigua Grecia– el alma era solo una especie de «aliento» sin valor, que abandonaba el cuerpo tras la muerte y permanecía para siempre en el Hades, el reino de los muertos, como una mera sombra errante sin vida. Los jueces del inframundo, de Gustave Doré (s. xix). 2.4. UNA NUEVA VISIÓN DE LA EDUCACIÓN: EL MÉTODO DIALÉCTICO Según Sócrates, para conocernos y entendernos a nosotros mismos es necesario aprender a pensar por nosotros mismos y no dejarnos llevar por la presión de los demás, por lo establecido o por la popularidad de afamados oradores o de los líderes de opinión. La educación formal, a la manera de los sofistas o a la manera de la educación tradicional basada en las enseñanzas de Homero y Hesíodo, no enseñaba a pensar por uno mismo. Por eso Sócrates desarrolló un método educativo propio y original denominado dialéctica que se basa en un diálogo cuidadoso de preguntas y respuestas entre maestro y discípulo. Consta de dos fases: ironía y mayéutica. a) La ironía: su objetivo es llevar al discípulo a cuestionar sus opiniones sobre lo que es importante en la vida, opiniones de las que al inicio está sobradamente convencido. El procedimiento es el siguiente: plantea el debate sobre algún tema moral (la justicia, la felicidad, la moderación, la valentía, etc.); da a entender que él no sabe («Solo sé que no sé nada», decía Sócrates); halaga irónicamente a su interlocutor; este, con aire sobrado, ofrece como respuesta alguna opinión corriente al uso o algún ejemplo poco meditado. Sócrates usa sus respuestas para hacerle más preguntas hasta hacerle caer en contradicciones e inconsistencias, tras lo cual le hacer ver que no sabe justificar sus opiniones y que opina sin saber. Al final acaba conociendo algo de sí mismo: que no sabe aquello que creía saber, que sus anteriores creencias eran solo suposiciones confusas o equivocadas, «copiadas» de otros (por ejemplo, creía saber qué era la justicia, pero acaba dándose cuenta de que no lo sabe). Saber que no se sabe es el primer resultado del examen de uno mismo. En este punto, ve la necesidad de aprender y se inicia la segunda fase. b) La mayéutica: esta fase corresponde al momento constructivo del método. Sócrates parte del supuesto de que nuestra alma está «preñada» de conocimientos y él actúa como una comadrona o partera. Dice haber heredado este oficio de su madre, y ayuda a sus jóvenes discípulos a «parir», no hijos, sino verdades, con el fin de llegar a un conocimiento más profundo de sí mismos y del mundo que les rodea. Eso lo logra planteando las preguntas y los razonamientos adecuados para guiarles y ayudarles a que «den a luz» ideas y conocimientos propios. 54 3 Diálogo

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