Historia de la Filosofía 2 BACHILLERATO

La modernidad: el problema del conocimiento Así pues, (a) según la primera regla, la evidencia, antes de aceptar algo como verdadero tenemos que evitar la precipitación (aceptar como verdadero algo que es confuso) y la prevención (no aceptar como verdadero algo que es evidente). Solo aceptaremos como verdaderas aquellas ideas simples que se nos presenten a la mente de forma evidente, es decir, de forma clara y distinta. Algo es claro cuando su verdad se reconoce sin ningún tipo de duda, y una idea es distinta cuando no se puede confundir con ninguna otra. Descartes denomina intuición a la capacidad para percibir estas ideas simples que son verdaderas. (b) En la segunda regla, el análisis, nos propone dividir cualquier problema o idea compleja que se nos presente en las ideas simples de las que se compone. Solo aceptaremos como válidas aquellas ideas simples que sean percibidas como evidentes por parte de la intuición. (c) En la tercera regla, la síntesis, ordenaremos esas ideas simples a través de la deducción, infiriendo una idea a partir de otra, hasta llegar a un conocimiento más complejo pero necesariamente verdadero. (d) La cuarta regla, la enumeración, consiste en revisar los anteriores pasos para asegurarnos de no haber omitido nada ni de haber errado en algún momento. A través de estas cuatro reglas, podremos construir un sistema de conocimiento que sea totalmente seguro y que nos permita no volver a caer en el error, ya que todas nuestras ideas se habrán inferido, de manera deductiva, de otras cuya verdad ha sido previamente comprobada. Sin embargo, si recordamos la primera regla del método, veremos que, para poder construir ese nuevo edificio del conocimiento, es necesario encontrar una primera verdad que se presente a mi mente de forma evidente, es decir, de forma clara y distinta. Para ello, el primer paso será el de dudar absolutamente de todo lo existente, cuestionar aquello que creíamos saber acerca del mundo, incluso de lo que parece más evidente. Por este motivo, cuando se habla del método de Descartes se suele hablar de duda metódica. Una vez que hayamos dudado de todo, habrá que ver si hay algo de lo que no podamos dudar nunca, algo cuya verdad sea universal y absoluta. Esa primera verdad evidente −clara y distinta− constituirá la premisa inicial de nuestro sistema. Para lograr este objetivo, primero debemos trazar una especie de esquema que nos permita dudar de todo lo que hay y encontrar después aquella premisa que logre esquivarlo. Dicho esquema se materializa en lo que Descartes denomina las tres fases de la duda, que son las siguientes: a) Duda de la fiabilidad de los sentidos. Ya hemos comprobado que, en el pasado, los sentidos nos han mentido alguna vez. Por ejemplo, cuando a lo lejos creemos divisar una cierta forma que luego, al acercarnos, resulta ser de otra manera. Si esto es así, ¿cómo podemos estar seguros de que no lo han hecho siempre? El primer paso de la duda, por tanto, consistirá en desconfiar de los sentidos como fuente de conocimiento seguro. b) Hipótesis del sueño. La primera fase nos permite dudar de que las cosas sean tal y como se nos aparecen a los sentidos, pero no de la existencia misma de las cosas. En esta segunda fase, Descartes se plantea qué ocurriría si todo lo que creemos que es real no fuese más que un sueño. De hecho, a veces ha ocurrido que tenemos sueños tan lúcidos que, aunque solo sea por un momento, nos creemos que son ciertos. ¿Cómo podemos, de nuevo, estar seguros de que eso no nos está ocurriendo en este preciso instante? Así pues, si estamos soñando, entonces no es solo que las cosas no sean tal y como las veo, sino que esas cosas, ese mundo que me rodea, ni siquiera existe. Dudamos, pues, de la existencia de la realidad material, del mundo exterior. c) Hipótesis del genio maligno. A pesar de todo lo anterior, hay algo que, incluso aunque estemos soñando, parece ser verdadero siempre: las verdades matemáticas. No importa que los sentidos me engañen, no importa que estemos soñando: un triángulo siempre va a tener tres ángulos y uno más uno siempre será igual a dos. ¿Cómo podríamos, entonces, poner en duda las verdades matemáticas? La solución de Descartes es la siguiente: debemos aceptar que existe la posibilidad, aunque remota, de que estemos siendo controlados por un genio maligno, una especie de dios malvado que nos hace creer que la realidad es de una manera y que las verdades matemáticas son tal y como creo que son. Pero cuidado, Descartes no afirma en ningún momento que ese genio malvado exista, del mismo modo que tampoco afirma que actualmente estemos soñando; lo único que nos dice es que tenemos que aceptar que es posible, aunque no sea probable, que eso esté sucediendo, por muy raro o extraño que nos parezca. Es importante no confundir la duda metódica con la duda escéptica. La duda metódica es aquella que se utiliza como parte de un método o proceso cuyo fin es alcanzar la verdad. Al aplicar la duda metódica, el objetivo de Descartes no es el de quedarse instalado en la propia duda, sino el de ver si es posible que haya algo de lo que no se pueda dudar nunca, bajo ninguna circunstancia. Una vez encontrado, ese algo indudable deberá constituir la primera verdad sobre la cual construir nuestro sistema de conocimiento. La duda escéptica, en cambio, es aquella que se utiliza para poner en tela de juicio toda clase de enunciados, hasta el punto de que su aplicación conlleva la negativa a aceptar la verdad de cualquier tipo de proposición. 178 9 Diálogo

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