Historia de la Filosofía 2 BACHILLERATO

Cuestiones fundamentales en la filosofía medieval. Entre la luz y la oscuridad Agustín de Hipona fue el máximo exponente de la patrística. El pensamiento de Agustín está claramente influenciado por la filosofía platónica a través del neoplatonismo de Plotino y Porfirio. También se deja ver la influencia del estoicismo. La influencia del neoplatonismo se aprecia en su concepción del ser humano, en su ética, en el desprecio del mundo sensible y la afirmación de un mundo ideal de carácter suprasensible, e incluso en su Ciudad de Dios. Una de las influencias fundamentales fue también la de Cicerón, al que tomó como modelo durante algún tiempo. Al leer el Hortensius, Agustín se siente invitado a la vida filosófica, entendida como una renuncia a la vida terrenal (a lo sensible) para elevarse a lo espiritual (lo inteligible). Aquí la división platónica de la realidad adquiere un carácter religioso para Agustín. Algunos de los aspectos fundamentales de su pensamiento son los siguientes: • La relación entre fe y razón. Agustín de Hipona considera necesaria la colaboración entre la razón y la fe. Por tanto, existe una correlación entre la ciencia (el conocimiento proporcionado por la natural razón del ser humano) y la fe (la creencia en la palabra de Dios, es decir, en las Sagradas Escrituras). La razón sirve de preámbulo para la fe: nos prepara para creer al mostrarnos la necesidad de la respuesta religiosa; la fe nos llevará al conocimiento de la verdad acerca del mundo que la razón buscaba. La posición agustiniana sobre este tema se convirtió en el lema de la filosofía medieval: Intellege ut credas; credes ut intelligas, «Comprende para creer; cree para comprender». Este lema tuvo su continuación en autores posteriores como Anselmo de Canterbury (s. xi) o Tomás de Aquino (s. xiii). Existe, por tanto, un equilibrio entre fe y razón para Agustín: la razón prepara al alma para la fe, ya que sin la parte racional no podríamos creer, pues es nuestra racionalidad la que nos empuja a buscar respuestas. La fe prepara para aquello que no podemos entender a través de la inteligencia y la razón, y nos da las respuestas que estas andaban buscando. Además, guía a la razón e ilumina las verdades de la fe. • La verdad y el conocimiento. ¿Existe la verdad? ¿Puede ser conocida? Agustín relata en sus Confesiones su búsqueda de la verdad y de la sabiduría. A partir de las verdades de la conciencia (¿duda alguien de que vive?) llega a la verdad eterna y necesaria, como las verdades de la matemática («7 + 3 = 10», por ejemplo). Para Agustín, la verdad tiene un valor absoluto (no depende de nada, ni de sujeto ni de objeto alguno) y universal (es la misma en todo tiempo y lugar). En la línea de Platón, Agustín considera que, del mundo sensible, de lo cambiante, no es posible obtener conocimiento. Lo que cambia es ser y no-ser al mismo tiempo. El conocimiento solo puede serlo de aquellas cosas estables, que perduran, es decir, de realidades no sensibles. Estas verdades que descubre la razón son reglas necesarias, no pueden ser de otra manera. Pero si nosotros somos seres cambiantes y mudables, ¿de dónde proceden dichas reglas eternas y necesarias? –A través de la introspección, de la facultad de la conciencia (saberse a sí mismo siendo), descubre que, aunque yerre, aunque se equivoque, es algo: «Si me engaño, soy» (De civitate Dei). A partir de ahí, conoce las cosas y descubre que tras su imperfección se encuentra la perfección, es decir, Dios (indirectamente). Encontrar la verdad para Agustín se convierte en un problema existencial. –La fuente de la verdad es Dios, que irradia sobre el alma humana la verdad, tal y como la idea de Bien iluminaba con la verdad y el conocimiento las Ideas según Platón. –Agustín no afirma la existencia de un «mundo de Ideas», sino que las Ideas pertenecen al espíritu de Dios: las Ideas, las razones eternas, todas las cosas verdaderas se encuentran en Dios, por tanto, Dios es la verdad. La verdad es lo que es, Dios es el ser y la verdad. –Si Dios es la sabiduría y la filosofía es «amor a la sabiduría», entonces, la verdadera filosofía consistirá en «amar a Dios». Agustín en su gabinete. Fresco de Sandro Botticelli. Iglesia de Ognissanti (Florencia, Italia). 143 7 Diálogo

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