Muestra Historia de la Filosofía 2 BACHILLERATO

El origen y el fundamento de la sociedad y el poder A pesar de que acabamos de mencionar el concepto de democracia asamblearia, es necesario señalar que Rousseau excluía de sus posturas a las mujeres, a las que consideraba ciudadanas de segunda categoría, por debajo de los varones. Esta exclusión se extiende también a los conceptos de educación y, por supuesto, de igualdad: la educación es para los varones y la igualdad se limita únicamente a ellos. En el libro 5 de su obra titulada Emilio, o de la educación (1762), Rousseau afirma que «la mujer está hecha especialmente para agradar al hombre. Si recíprocamente el hombre debe agradar a ella, es una necesidad menos directa». Y, con respecto a la educación de las mujeres, dice que «agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar de ellos, educarlos cuando niños, cuidarlos cuando mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles grata y suave la vida son las obligaciones de las mujeres en todos los tiempos, y esto es lo que desde su niñez se les debe enseñar». La escritora y filósofa Mary Wollstonecraft (1759-1797), en un ensayo que lleva por título Vindicación de los derechos de la mujer (1792), arremeterá precisamente contra muchas de las afirmaciones realizadas por Rousseau. TRABAJO DE INVESTIGACIÓN Y ACTUALIZACIÓN Las ideas de Rousseau sobre la educación de las mujeres no son muy diferentes a las promulgadas en España hace apenas unas décadas. Investigad qué educación se proponía para las mujeres durante el franquismo, especialmente en las décadas de los 40 hasta los 60. Buscad algún manual de «buena educación» para las mujeres de aquellos tiempos; seguro que os sorprende. Con respecto a la voluntad general, Rousseau señala que es inalienable e indivisible, y el problema viene cuando esta deja de atender al bien común, pues en ese caso dejará de ser una voluntad general y pasará a convertirse en voluntad de todos, que es una forma perversa o alienada de la anterior. La voluntad de todos puede ser definida como la unión de distintos intereses particulares que se encaminan hacia un mismo objetivo, pero no necesariamente el bien común. Es importante resaltar que, para Rousseau, la voluntad general no tiene nada que ver con un sistema de decisión por mayoría, sino más bien con la unión de unos puntos generales en los que todos coinciden. Al establecer esa diferencia entre voluntad general y voluntad de todos, Rousseau nos está dando a entender que la voluntad general no puede errar, sino que es siempre recta, y lo sigue siendo incluso aunque no siempre el pueblo sea capaz de verla. Precisamente por este motivo, en el fondo podríamos decir que la voluntad general es un concepto idealista y poco realista, que indica más bien un «deber ser». De hecho, puede suceder que no siempre del pueblo emane la voluntad general, ya que a veces no superamos el estadio de la voluntad de todos. Por eso es importante que el pueblo esté bien informado y educado, ya que cada individuo debe ser capaz de deliberar por sí mismo. Si el origen de los males sociales y de la desigualdad entre las personas se encuentra en la propiedad privada, la gran tarea de Rousseau con esta teoría será la de tratar de desmontar la legitimación de la propiedad privada propuesta por Locke para establecer una igualdad que sea real. Esto es algo que solo puede suceder si, tras la firma del pacto, se siguen siempre los preceptos de la voluntad general y los valores éticos acaban dominando sobre los mercantiles. Al final, lo que Rousseau está defendiendo como forma óptima de gobierno es un sistema de democracia directa en el que la soberanía esté en manos del pueblo, que deberá gobernar de acuerdo a la voluntad general. Cuando los ciudadanos se someten a la voluntad general, en realidad se están sometiendo a sí mismos, y, en caso de que el poder recaiga en manos de unos representantes del pueblo, estos deben obedecer siempre a la voluntad general, pues, aunque el poder pueda transmitirse, la soberanía no: esta es inalienable y siempre tiene que recaer sobre el pueblo, que tendrá la obligación de expulsar a sus representantes en caso de que estos no actúen de acuerdo a la voluntad general. En este sentido, Rousseau, igual que Locke, también piensa que el contrato es revocable y que el derecho de rebelión es un mecanismo legítimo en caso de que se incumplan los principios del pacto. 21 10

RkJQdWJsaXNoZXIy MzI3MzI=