Muestra Educación en Valores Cívicos y Éticos 4º

8 28 Autonomía y heteronomía moral. Libertad y respeto Y para terminar, todos estos factores se construyen sobre nuestra moral, que parte de la autonomía personal que configura la libertad para elegir y construir un mundo mejor. Para ello, la ética nos ayuda y esperamos que ahora seáis un poco más competentes para hacerlo. La libertad con respeto e igualdad es más completa y rica, que no te engañen. Situación 20. Autonomía y heteronomía moral «A los pocos días, Manuel quiso volver a conversar con el Señor Ibarra. Álvaro y Sebastián no tenían muchas ganas de ir, de modo que no fueron. Gloria tampoco tenía muchas ganas, pero Camila la convenció. Así, los tres volvieron a visitarlo en la Biblioteca. –¡Ah! –dijo el Señor Ibarra, cuando vio a Manuel, Camila y Gloria–, quieren continuar la conversación del otro día. –Sí, nos gustaría mucho –contestó Camila. –¿En qué tema quedamos la última vez? –preguntó el Señor Ibarra. –¿Cuál es la razón de que tengamos sentimientos morales? –dijo Manuel. –Ah, sí –dijo el Señor Ibarra–, ahora recuerdo. –¿Entonces, cuál es la razón? –preguntó Camila. –No hay una respuesta única. Me parece que se pueden distinguir dos maneras de contestar a esta pregunta –dijo el Señor Ibarra–. A una forma se la puede llamar moral autoritaria y a la otra, moral autónoma. Esto significa que, en principio, hay dos concepciones diferentes para explicar lo que es bueno y lo que es malo. –¿Por qué a una se la llama moral autoritaria? –preguntó Camila–, ¿tiene que ver con alguna autoridad? –Sí, se podría decir que la concepción autoritaria consiste en decir que es malo hacer algo porque alguna autoridad, por ejemplo, los padres, lo han prohibido. Incluso se podría ir más lejos y decir que algo es malo porque Dios lo ha prohibido –dijo el Señor Ibarra. –Sí, exacto. Eso es lo que siempre nos han enseñado –dijo Gloria. –Bueno –dijo el Señor Ibarra–, cuando somos niños creemos que actuar de una determinada manera está mal porque nuestros padres lo han prohibido. Pero cuando crecemos, esto no nos basta. Queremos saber por qué los padres lo han prohibido. –Es verdad –dijo Gloria. –Nos resultaría arbitrario –siguió diciendo el Señor Ibarra– que nuestros padres nos prohibieran algo y no nos pudieran dar una razón, que fuera también una razón aceptable para nosotros. –Usted hablaba antes de Dios –intervino Manuel–. ¿No cree usted que puede ser una buena razón decir que Dios lo ha prohibido? –No me convence –dijo el Señor Ibarra–, y si lo piensas bien, ¿no te parece que esa respuesta no nos puede satisfacer? –¿Por qué? –preguntó Gloria, extrañada.

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